martes, 27 de agosto de 2013

EL MUSEO DE LA MEMORIA


Me es muy difícil explicar con palabras con lo que me produjo el Museo de la Memoria. Emoción, pena, rabia, incomprensión, muchos sentimientos encontrados. De todo tipo. Yo no lo conocía. Y para comenzar con este hito diré algo que quizás es frívolo, pero en realidad no. El standart del museo es de una calidad impresionante. ¡Qué edificio bello! Impecable, limpio, majestuoso, pero no ostentoso, me impresionó y me dio orgullo de que en Chile se puede hacer algo de calidad, con la dificultad que es un tema que despierta visiones encontradas. Pasillos amplios, la muestra impecable, ordenada y con diversos medios para mostrar lo más triste de nuestra historia nacional. Y la explanada en la cual está ubicada le da un emplazamiento destacado y merecido. Y el detalle de que la entrada sea gratis es un detalle importante que ennoblece esta muestra constante.

Pero ordenemos este tráfago. Desde afuera hacia adentro.

La muestra Huellas de la artista Kaarina Kaikkonen es francamente impresionante. Me conmovió mucho y no sé bien explicar por qué. La ropa dice tanto de nosotros, ver esas chaquetas, pensar a sus ocupantes, una idea simple, pero genial. Siento que me sobran las palabras.

 

 

 





Una vez dentro los recuerdos se agolpan. Me acuerdo de muchas experiencias propias y también ajenas. Todo es bien difícil de describir sin caer en lugares comunes o simplemente sin repetirse.

Solo contaré una cosa para graficar la experiencia. Mi madre siempre habló de un primo revolucionario que yo no conocí. Sergio Pérez, fundador del MIR y esposo de Lumi Videla. Los busqué en los registros y ahí estaban, me dio harta pena. No quiero victimizarme, mi familia directa no sufrió mucho con la dictadura. En comparación salimos indemnes. Pero fuimos criados conscientes y sabiendo todo lo que pasaba, eso influyó en nuestra formación y claro, también nos afecta lo que pasaba en el país. Sergio Pérez fue tomado prisionero y es detenido desaparecido. Su señora fue arrojada muerta a la embajada de Italia. Y la prensa de la época (todo está documentado en el museo) inventó un absurdo (ajuste de cuentas entre “terroristas”) para explicar la atroz muerte. Reviví cosas que no había vivido directamente (¿es eso posible) y fue doloroso. Me gustó comprobar que a pesar del tiempo y del escepticismo propio de la adultez volví a descubrir que la historia y el presente de mi país no me es indiferente. Es una dura manera de comprobarlo.

¿Qué haría aquí con los alumnos? Nada. Solo que miren. Ojos muy abiertos y que vivan la experiencia. Y reflexionarlo. Nada más. Creo que con eso es suficiente.