Me
es muy difícil explicar con palabras con lo que me produjo el Museo de la
Memoria. Emoción, pena, rabia, incomprensión, muchos sentimientos encontrados.
De todo tipo. Yo no lo conocía. Y para comenzar con este hito diré algo que
quizás es frívolo, pero en realidad no. El standart del museo es de una calidad
impresionante. ¡Qué edificio bello! Impecable, limpio, majestuoso, pero no
ostentoso, me impresionó y me dio orgullo de que en Chile se puede hacer algo
de calidad, con la dificultad que es un tema que despierta visiones
encontradas. Pasillos amplios, la muestra impecable, ordenada y con diversos
medios para mostrar lo más triste de nuestra historia nacional. Y la explanada
en la cual está ubicada le da un emplazamiento destacado y merecido. Y el
detalle de que la entrada sea gratis es un detalle importante que ennoblece
esta muestra constante.
Pero
ordenemos este tráfago. Desde afuera hacia adentro.
La muestra Huellas de la
artista Kaarina
Kaikkonen es francamente impresionante. Me conmovió mucho y no sé bien explicar
por qué. La ropa dice tanto de nosotros, ver esas chaquetas, pensar a sus
ocupantes, una idea simple, pero genial. Siento que me sobran las palabras.
Una vez dentro los recuerdos se agolpan. Me acuerdo
de muchas experiencias propias y también ajenas. Todo es bien difícil de
describir sin caer en lugares comunes o simplemente sin repetirse.
Solo contaré una cosa para graficar la experiencia.
Mi madre siempre habló de un primo revolucionario que yo no conocí. Sergio
Pérez, fundador del MIR y esposo de Lumi Videla. Los busqué en los registros y
ahí estaban, me dio harta pena. No quiero victimizarme, mi familia directa no
sufrió mucho con la dictadura. En comparación salimos indemnes. Pero fuimos
criados conscientes y sabiendo todo lo que pasaba, eso influyó en nuestra
formación y claro, también nos afecta lo que pasaba en el país. Sergio Pérez
fue tomado prisionero y es detenido desaparecido. Su señora fue arrojada muerta
a la embajada de Italia. Y la prensa de la época (todo está documentado en el
museo) inventó un absurdo (ajuste de cuentas entre “terroristas”) para explicar
la atroz muerte. Reviví cosas que no había vivido directamente (¿es eso
posible) y fue doloroso. Me gustó comprobar que a pesar del tiempo y del
escepticismo propio de la adultez volví a descubrir que la historia y el
presente de mi país no me es indiferente. Es una dura manera de comprobarlo.
¿Qué haría aquí con los alumnos? Nada. Solo que
miren. Ojos muy abiertos y que vivan la experiencia. Y reflexionarlo. Nada más.
Creo que con eso es suficiente.